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Quien pudiese, quien callase,
y con el silencio desnudara el hálito.
Quien tuviese la valía de acercarse,
decirte nada, solo con lo ojos… nada.
Quien espiase, cuantas veces fuere,
tu estrépito en la calidez de la noche.
Si oro fuese y también roble,
bordando la daga de tu llanto.
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