24 feb 2009

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- Primero de año, así pensaba, entre la constipación y felicidad, también me susurraba, aunque la interpretación discernía de lo real.

Me comentaba a mí. Solo a mí. Y preguntándome quise desanimarme. Demasiadas preguntas. Tantas, decían entre sí.

Las niego, afirmo todo excepto cual.

¿De que hablamos? Cosas remotas, hasta desconozco cuantos somos. Supongo que dos.

Afines; “especiales” suelen llamarnos. ¿Lo somos? Creo que quien dialoga no.

Sin embargo la pureza de tal penetra en mi conciencia, reflexión. Se hace importante, cree crecer, me agrada.

Es de complejidad calificarlo, y un esfuerzo seria en vano. Serian inútiles tantas cosas, cosas que no comprendo, situaciones en las que actúo con la enfermedad misma, me entrego hoy a ti.

Abatido, me excluí de algún modo. Necesitaba respirar, o vivir. En todo caso requería de la fuerza natural. No sé con que fin concrete mi dicho impulso, no aclara ninguna duda, pero me gusta.

En estos momentos de frialdad y vacío. Si, en lo que transcurren sin chistar. En donde habitan los conflictos, las entrañas del sosiego. Ahí me encuentro, formo el conjunto de víctimas, preparado para la mierda. Siempre llega, se presencia sin pudor, con la alevosía de las sombras, atracando entre sudor y venas, y anoche llanto.

Pero entre tanta mierda, dentro de los escombros imagine. Un instante, una situación. Aturdido en emociones agrias me asfixiaba en el Hades, retorciendo los cables que me conectan, la crueldad y sus víctimas. Pero vuelvo a los dibujos, impresos sin tinta, sin ojos. Con pocas cosas. Entre ellas la paz. Serenidad la llamaría, dicha paz es blanca y de quien hablo no conlleva colores, más bien todo, hasta colores inexistentes.

Si me reitero le pido perdón.

- ¡Mudémonos de planeta! – Caminar. Esta vez descalzos, desnudos. Con grietas en los pies y amor en el entorno. Esconderse, evitar la crispa que con esmero no rehusa a hundirnos. Volemos, sin alas esta vez. Seremos algún día, esperadas horas, tierra y agua, al fin.

- Lo haremos. Cuando las llamas despierten en las colinas. – El incienso será la pureza, fervor de ángeles. Nadie mirara. Nadie escucha.

- Especial – tal palabra me asombra, tantos recuerdos hoy presentes. Todos suyos. Concreta en la única felicidad que me abraza. Quema. Su voz.

- Sin palabra – no diga, ni el silencio siquiera. No lo necesitamos.

- ... – sabemos hablar, usted lo conoce.

- Explíquese... – intenta descifrar, descubrir.

- Te odio

- Te amo.

Tras la conversación, locución del espíritu. Me desvanezco.

2:19

La quiero.

- 5:37:

Las estrellas tiritan.

Me rapto nuevamente, esta vez con las horas avanzadas. Nuevamente, más cerca del amanecer. Próximo a mi, algo. Me confundo, siempre lo hago. ¿Qué hacer en tal caso? Respirar, mantenerse vivo. El oxigeno resopla, frío, hiriente. Despeina árboles y plantas vecinas, me envuelve. En el creo ser libre, y la libertad huye, fuga y traición la imagino, hasta llego a despreciarla.

Hoy. Un día nuevo, transitorio en los porvenires, encantador si me lo puedo permitir. En parpados cegados se cumple, quizás una vez mas. Nada extraño, solo ella y sus consecuencias.

Hablo demasiado sobre ella

¿Qué ocurre?

Se presenta el sentir desbocado.

Adiós luna. Adiós pétalo.

Abrí lo ojos, si; una mañana nueva.

¿Qué fue de anoche? Perros, lobos. En todo caso animales aullando. Lobos y perros se desbocaban en el horizonte. Blanquecino, se disfrazaba el panorama, y yo, en una roca seca me dedique a descomponer cada gramo de color en un fotograma. Imagen.

Imagine, también lo hice. Habitáculo de inspiraciones, escarcha del sur, ahí sentado, sin más por vivir.

Intento recordad…

Después de todo diré. Le diré. Al fin, he robado un corazón, demasiado tiempo sin hacerlo, mi sombra ríe a cuentagotas. También diré, porque decir sin sentido suele ser sentir, en algún modo. Y sentirla hoy preciso, derramar copas sin razón, sin orbitas o satélites, nada en la vigilia.

O simplemente pasear, como acostumbro. Derrumbarse en la hierba que alumbra los ríos, verde y fogosa, tan apacible que la brisa la acaricia. Contemplando insectos que planeando la metamorfosis natural juegan a la vida. Mucho más.

Día seis, de algún mes. Tampoco sé el año. Sé que sé perdió, otra vez, y otra, me comente.

Como siempre, la costumbre de olvidar, de ser algo pasajero, un sentimiento diría. Uno hiriente, con mil filos, cortante. Dibujando el viento, hoy... cenizas de algodón.

Cansa estar así, cansa estar. Sin meta, sin ella o sin algo. Sin vida, resumamos.

Agota y agita montañas, estúpido debería sentirme, y lo soy. Tanto que fallo, en todas palabras y movimientos, en la estrategia que cometo sin premeditación. ¡Que inútil soy! Me dije en un momento, y al parecer esas palabras continúan vagando por mis confines, se aceptan, me aceptan como inútil que quiero. Y creo en ellas la felicidad, exaltación de mis recuerdos, miles que me conducen al vacío.

En esta habitación es complicado observar mas allá, solo una ventana me aproxima de algún modo al mundo que el humano vive, crea y destruye irremediablemente. Solo una ventana, en la que no entra luz ni placer, entonces ¿qué es lo que refleja? ¿qué quiere de mi?, Arrancarme de a pedazos, herirme, nuevamente. La soledad me inunda, siempre lo hace, juega como si una marioneta fuese; soy idiota, me digo, me dicen, nadie calla. ¡Basta! Por favor, solo quiero fallecer, que me dejes con mi agonía, desarmado en cualquier lugar, inhóspito, oscuro

una vez...

Inesperada y cautiva fue al encuentro, sola, serena y oscura mientras su destello brilla en esta amarga vida, símiles lo que habita en esos cuerpos son, mas que materia inerte, dos mentes en compresión conjugando vocales sin importancia alguna, desvivido en existir por miedo a mí y al error que me acecha sin constancia.
Perplejo y perdido en pupilas es imposible no cantar su nombre, perderme en sus pensamientos más irreales y ser participe de mil historias a su lado, olvidar cuantos minutos pueden desnudar la apreciada libertad, reír hasta que los músculos tensos fallezcan en un abrazo, hacerlo sin importancia, en frases sin lógica... pero suyas. Secar lágrimas en ese simple trapo que me cubre del hielo y conocer la perfección.
Pero sin cura alguna permanezco, inmóvil en esa incomoda butaca de madera, rondando las calles sin rumbo, esperando que en el momento menos pensado una mirada la encuentre, y nada mas sea humano en el aura que incesablemente le rodea.