Las sonámbulas figuras se dibujaban en la cortina, la que el viento movía con sigilo y destreza.
Me hipnotizaban, arduamente, y las paginas se hundían en los recovecos de la boca.
La música, tan cristalina. En el pozo de las sinfonías, en el melodrama que soñé…
El llanto que tan tenue discurría, en el eco de la lluvia, en los charcos sin sed.
Esa sombra prohibida que cantaba para seguir en vida, la silueta distendida bajo el arbol
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