11 may 2010

Decimos:
No cesaremos, no; caminaremos si necesario es.
No pensaremos, obviaremos lo deducible.
Remaremos, en aquellos mares inhóspitos.
No, sin razonamiento. Sin negación
¿Qué decimos entonces

falacias

El constructor,
Ese dios homicida
Con su boina torcida
Con su dedo plural

Hay soberano…
Mi quejido varado
En algas
En el embudo de tu ancla

¿se escucha?
Mas imponente
Rudo y tenaz arquitecto
De tu sino escombros

Pues su lágrima resiste
Dicta
Con tu reloj brillante
Y su pluma de cristal

No queda entonces
Ni marca,
Ni agua
Gota banal el viento agita

Desnuda,
Desde esta tierra,

Hasta los infames comprenden el amor

10 may 2010

ex acto


…hasta el pestañear abrigaba. Quien sabe. pues, ¿quien afirmo o negó? como que...
Esa abstracta bebida atravesaba mi interior, en parte. Por otro lado las llamas, ignifugas entre el deshielo de la atmosfera. Un rocío que, en momentos, reinventaban el aroma de los jardines próximos. Removía del asfalto los oleos y carburantes, consternaba quizás a la perturbada muchedumbre.
Sincerándome, la calle era desoladora, consumida en silencios interrumpidos, pausados, dormidos en los ecos descarnados que gruñían en las distancias. (Absurda quizás mi presencia en ese instante).
No debía de preguntarme. Tantas interrogaciones que surgen del particular abismo que se nos concede, ¡patrimonio digo que es! de nuestra libertad otorgada por el pseudónimo concebido.
Estas bifurcaciones... entorpecen la interpretación de los hechos.
Pero dictadas han de ser, desconociendo el "donde" y el "porque", excusas ya encontraran, si son dignas de volverse a mencionar.
Recordaba el jardín. platino, emanado del fulgor lumínico, tan necesario como la muerte, como la paciencia, esta que a veces desespera, gime y apisona, y con grilletes oxidados claudica las premoniciones menos certeras. Pasto pisoteado, algún tallo consternado también, una lagrima, brotada de la flor, ajena al alboroto, compuesta por sentidos primitivos, que solo para algunos parecen accesibles.
Intentaba por cualquier medio no perder la razón, aquí, ahora, tal. Otro trago, mas corto que el primero, la garganta, ya curtida, refunfuñaba una exhalación equiparable al temido silencio de la desolación. Ella estaba, ahí, tan presente como el sosiego, calada como un pétalo de sal, obedeciendo a un destino certero, hasta cierto punto, creo.
Despierta. Y ahí, en el ocaso de las intenciones, en donde el descaro permanece cautivo, avergonzado de si mismo. Ahí, es cuando la proyección de una mirada es mas concreta que el lazo de palabras incongruentes, deslumbrado por la cornea esmerilada que responde al antojo de los anhelos, la pupila calma, que es mas palabra que gesto.